Castigada en el armario

Mi abuela tiene 84 años y es ultra-conservadora: racista, intolerante y, por supuesto homófoba.
Nada mas verla, me dijo que estaba muy guapa (lo que tiene muchísimo mérito, porque además es muy crítica y no suele decir piropos) y acto seguido me preguntó que cuántos pretendientes tengo. Yo no estoy acostumbrada a esconderme, toda mi familia sabe que soy lesbiana y que estoy con Susana, así que miraba a mi madre y suspiraba, mordiéndome la lengua para no saltar.
Por la tarde fuimos a pasear mi abuela y yo, y nos encontramos con una pareja ge gays ya mayores. Mi querida abuela se puso a criticarlos, y por mas que yo le aseguraba que no era una cuestión de vicio y le preguntaba que qué daño le hacían a nadie, y si ella veía justo tanta discriminación, solo obtuve como respuesta que ella no estaba acostumbrada a esas cosas.
A la noche se lo conté a mi madre, y me dijo que ya sé cómo es mi abuela. Yo le dije que no aguantaba mas el que se hiciera la tonta respecto a mi orientación sexual y a mi relación con Susana, y que cualquier día se lo iba a aclarar.
Mi madre me pidió por favor que me contenga, que luego yo me vuelvo para Murcia y es ella quien la aguanta. Eso me puso triste aunque la conmprendo, porque conozco a mi abuela.
Lo que le dije a mi madre refleja muy bien lo que siento:
Todos los días agradezco al universo el haber encontrado a Susana y el compartir mi vida con ella.
es como si poseyera un diamante muy valioso; no lo iría enseñando por la calle, pero tampoco lo ocultaría o me avergonzaría de él. Y por supuesto, sí que se lo mostraría orgullosa a mis seres queridos! Tener oculto mi diamante, es para mí como mandarme un mensaje que diga que mi diamante no es perfecto; que hay algo de lo que debo avergonzarme. Yo no lo siento así, estoy orgullosa de mi vida y por eso me puse triste.
En fin, comprendo que mi abuela es como es, y que resulta imposible cambiarla.